Antes, pues, que se realice la consagración, el pan es pan; pero cuando sobre él descienden las palabras de Jesucristo, que dice: "Esto es mi cuerpo", el pan se convierte en el Cuerpo de Cristo. San Agustín

martes, 22 de marzo de 2011

CAPITULO III: EL ALTAR Y LA ORIENTACIÓN DE LA ORACIÓN DENTRO DE LA LITURGIA.

EL ALTAR Y LA ORIENTACIÓN DE LA ORACIÓN DENTRO DE LA LITURGIA.
Continuando con la lectura, podemos observar que este capítulo está muy ligado al anterior, en donde se le da la importancia más que al templo como estructura arquitectónica, sino mas como el lugar santo en el que está presente el señor.
El templo se ha convertido en un lugar de expresiones arquitectónico, las cuales no nos pueden llevar al que el templo se convierta en algo meramente cultural como un museo, no el templo desde sus esculturas, pinturas, etc. Nos debe invitar a entronizarnos más en ese misterio redentor de Cristo, todo esto nos debe invitar a entrar en una comunión más personal e intima con Dios que se encuesta no solo en este lugar santo, sino en cada uno de nosotros.
El templo se convierte en un lugar con espacios determinados, espacios que tienen sus características propias como el lugar de la palabra, desde el cual se proclama el evangelio y las enseñanzas de Jesús, el bautisterio, donde cada uno de nosotros nos unimos a la iglesia y somos iniciados en esta fe, el confesionario, como lugar de arrepentimiento y de reconciliación en donde todos por medio del sacerdote nos reconciliamos con nuestro hermano y por ende con nuestro Dios, y los lugares de la piedad popular, que no pueden desplazar nuestra centralidad que es el mismo Jesucristo y sobre todo su sacrificio que dentro de la eucaristía tiene lugar en el altar, convirtiéndose este en uno de los lugares principales del templo.
El papa a lo largo de este capítulo nos invita a que miremos en el templo y más específicamente en el altar, el lugar esencial en donde se realiza el sacrificio de la eucaristía, y en donde Cristo a través del sacerdote se hace vivo y presente, pero el santo padre nos pide que devolvamos a Cristo tal centralidad, ya que lo hemos ido relegando a un lado del altar, no, el Cristo debe presidir ese sacrificio, sin importar que este oculte un poco al celebrante, este es un llamado a que miremos en Cristo el principio y fin de nuestra vida y de nuestro sacrificio, en pocas palabra el santo padre nos ayuda a redescubrir lo esencial y de una u otra forma a que redireccionemos el sentido de nuestra participación dentro de las celebraciones eucarística y dentro de nuestra vida de oración.
Cuando se esta celebrando en comunidad el papa nos da a conocer que es necesario mirar siempre al Este, ya que Cristo es el sol naciente, es mirando así este punto cardinal, que reconocemos en el sol, que es  Cristo  el que ha de venir. Sol naciente  de justicia que nunca tendrá fin.

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