EL CONCEPTO DE CELEBRACIÓN LITÚRGICA DE MEDELLÍN A APARECIDA.
Dentro de este ensayo, trataremos de dar a conocer cuál es el concepto de celebración litúrgica que se desarrolla dentro del magisterio de la Iglesia, y mas específicamente dentro de la conferencias generales del episcopado latinoamericano, en donde la liturgia, ocupa un lugar muy especial, observada eso si dentro de los preceptos del concilio vaticano II, en donde se empieza a dar esa importancia y esa necesidad de dar una nueva dirección e implementación a la liturgia, dentro de las celebraciones, en las que el pueblo se congrega, y manifiesta su sentir y querer de hermano, en torno a una mesa y un sacrificio, que nos pide de manera especial que tengamos a Cristo por cabeza, sobre su cuerpo místico que es la Iglesia, quien a través de las celebraciones litúrgicas, se nos da a conocer como el centro y el culmen de toda esta actividad, que el hombre realiza como manifestación y adhesión con Cristo en la Iglesia.
La Iglesia santa encuentra el sentido último de su convocación en la vida de oración, alabanza y acción de gracias que cielo y tierra dirigen a Dios por “sus obras grandes y maravillosas” (Ap 15,3s). Esta es la razón por la cual la liturgia “es la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza” (SC, 10).
Esto es precisamente lo que nos impulsa a nosotros como cristianos a vivir las celebraciones litúrgicas, como una manifestación de acción de gracias u glorificación de Cristo, quien se nos da de muchas maneras, pero a quien debemos aprender a dar culto de una manera seria, concisa y concreta, de modo que nuestra celebración litúrgica, se convierta en la mayor expresión de entrega y gratitud a Dios, quien no se deja ganar en generosidad para nosotros. Es así como la celebración litúrgica se convierte en la mayor actividad de la Iglesia y la más grande fuente que nos invita a que busquemos a Cristo, de quien proviene toda bondad y santidad.
Es por eso que la Iglesia ha dispuesto en la cabeza de sus pastores (obispos), la tarea de dar a conocer el sentido de las celebraciones litúrgicas, en sus comunidades y es así como desde las conferencias, de una manera clara se desarrolla esta temática, que pone de manifiesto a Cristo como su centro y a los laicos y fieles como los primeros practicantes y quienes debemos aprender a reconocer dentro de las celebraciones litúrgicas, las mejores formas de manifestación de entrega y fe en Cristo y su misterio pascual.
Es así como en Santo Domingo se nos propone que la liturgia es acción del Cristo total, cabeza y miembros, y, como tal, debe expresar el sentido más profundo de su oblación al Padre: obedecer, haciendo de toda su vida la revelación del amor del Padre por los hombres. Así como la celebración de la ultima cena esta esencialmente unida a la vida y al sacrificio de Cristo en la cruz y lo hace cotidianamente presente por la salvación de todos los hombres, así también, los que alaban a Dios reunidos en torno al cordero son los que muestran en sus vidas los signos testimoniales de la entrega de Jesús. Por eso, el culto cristiano debe expresar la doble vertiente de la obediencia del Padre (glorificación) y de la caridad con los hermanos (redención), pues la gloria de Dios es que el hombre viva. Con lo cual lejos de alienar a los hombres lo libera y los hace hermanos.
Dentro del documento conclusivo de Puebla, podemos retomar que La liturgia como acción de Cristo y de la Iglesia, es el ejercicio del sacerdocio de Jesucristo; es cumbre y fuente de la vida eclesial. Es encuentro con Dios y con los hermanos; banquete y sacrificio realizado en la eucaristía; fiesta de la comunión eclesial, en la cual el señor Jesús, por su misterio pascual, asume y libera al pueblo de Dios y por él a toda la comunidad cuya historia es convertida en historia salvífica para reconciliar a los hombres entre sí y con Dios. La liturgia es también fuerza en el peregrinar, a fin de llevar a cabo, mediante el compromiso transformador de la vida, la realización plena del reino, según el plan de Dios.
Medellín nos ofrece desde otro punto de vista más desarrollado la importancia de la liturgia dentro de la vida de la Iglesia en donde podemos asegurar que en esta celebración se da la presencia del misterio de la salvación, mientras la humanidad peregrina hacia su plena realización en la parusía del señor, que culmina en la celebración de la liturgia eclesial. La liturgia es la acción de Cristo cabeza y de su cuerpo que es la Iglesia. Contiene por tanto, la iniciativa salvadora que viene del padre por el Verbo y en el Espíritu Santo, y la respuesta de la humanidad en los que se injertan por la fe y la caridad en el Cristo recapitulador de todas las cosas. Como quiera que no vivimos aun en la plenitud del reino, toda celebración litúrgica esta esencialmente marcada por la tención entre lo que ya es una realidad y lo que aun no se verifica plenamente; es imagen de la Iglesia a la vez santa y necesitada de purificación; tiene un sentido de gozo y una dolorosa conciencia del pecado. En una palabra vive en la esperanza.
Esta esperanza es la que se encarga de propiciar la conferencia de Rio de Janeiro, en donde se nos pide que con la intensificación de la vida litúrgica y de las genuinas formas de piedad y devoción cristianas, cuidando celosamente de retraer a los fieles de cualquier práctica o manifestación supersticiosa, logramos dar a conocer a los laicos la importancia de fundamentar los actos piadosos en formas litúrgicas de celebración, que nos permiten llegar a tener una configuración más clara con Cristo a través de estas prácticas cristianas.
Finalmente, todo este desarrollo conceptual de la celebración litúrgica dentro de la Iglesia, continua hasta nuestros días, y es así como en la V conferencia general del episcopado latinoamericano, realizado en Aparecida, se sientan nuevas bases, no dejando atrás lo antes tratado en los otros documentos, sino antes bien reafirmándolos y aplicándolos al contexto actual de nuestras comunidades, es por eso que en Aparecida se logra a concluir por consiguiente que La renovación litúrgica acentuó la dimensión celebrativa y festiva de la fe cristiana centrada en el misterio pascual, en particular en la Eucaristía. Es en este sentido que se ha fortalecido la responsabilidad y vigilancia respecto a las verdades de la Fe ganando en profundidad y serenidad de comunión.
Finalmente podremos concluir que dentro de la celebración litúrgica, además del desarrollo y la perspectiva que se tiene del concepto en las diferentes conferencias del episcopado latinoamericano, es importante tener presente, que Cristo es el centro y el culmen de toda celebración, y que no es solo tener un acontecimiento de fiesta, sino un acontecimiento, que nos permite reconocer que en mi vida Cristo me enseña a reconocerlo a través de estas prácticas de fe, que se ven reflejadas en mi comportamiento frente a la comunidad y frente a mis hermanos; y que es además en los cultos cristianos litúrgicos, en donde reconocemos de una manera ordenada y bien direccionada, la importancia de la eucaristía, como esa celebración central de la vida de todo cristiano, en donde todos nos reunimos en torno a una misma celebración, una misma mesa y un mismo pastor, a quien en definitiva están dirigidas todas nuestras celebraciones litúrgicas.