Antes, pues, que se realice la consagración, el pan es pan; pero cuando sobre él descienden las palabras de Jesucristo, que dice: "Esto es mi cuerpo", el pan se convierte en el Cuerpo de Cristo. San Agustín

lunes, 11 de abril de 2011

Informe de Lectura 2

LA MISA DOMINICAL
Josef A. Fungmann.
Dentro del tema a desarrollar en este escrito, podremos encontrar la importancia y la necesidad de la celebración eucarística como el signo donde se nos manifiesta el mismo Dios, el corazón mismo de las acciones litúrgicas; es la misa la que congrega, reúne y convoca a toda la comunidad en torno al altar, no solamente en la semana sino en todos los domingos, los días en que mas especial es la liturgia, ya por su contenido bíblico, sacramental, festivo  etc. Que nos brinda un espacio de comunión y unión con el mismo y único Jesucristo.
Hay muchos quienes acuden a las celebraciones eucarísticas y mas los domingos por tradición más que por fe, sin comprender que es en la misma eucaristía en donde se comprende el misterio del cuerpo y la sangre de Cristo, lo cual nos debe llevar a cuestionarnos si verdaderamente reconocemos en las celebraciones eucarísticas el sacrificio de Cristo, el regalo que él nos dio antes de su muerte, por medio del cual nos configuramos cada día más con él.
Con lo anterior podemos decir como el autor, que no solo es necesario oír misa con devoción para llegar a casa ya bendecidos, esto es verdadero, pero es incompleto, ya que la eucaristía no es un simple acto de escucha y oración, sino que es reconocer en ella la manifestación del mismo Cristo a través del misterio sacrificial de la eucaristía.
A través de los tiempos desde el siglo XVI, se le ha dado distinta importancia y significación a la Iglesia en torno a las celebraciones litúrgicas (misa), destacándola en primer lugar como mysterium  fidei. La misa y la eucaristía como ese misterio de fe, en el cual solo creemos por la fe y no por las simples obras; mas adelante en la edad media se desarrolla la teoría que la misa solo se puede celebrar en los tres idiomas santos en los que fue redactada la inscripción de la cruz, hebreo, griego y latín. La misa era precisamente algo que no pertenece a la tierra y que debe permanecer por encima de ella.
La concepción más delante del concilio Vaticano II nos dará a conocer cómo debemos describir correctamente los recintos de lo sagrado. Quiere llevarnos a todo como lo necesita nuestro tiempo. El más señalado fruto hasta ahora de los trabajos del concilio ha sido, prescindiendo de la misma constitución, que ha comenzado a brillar con nueva luz la imagen de la iglesia. La participación activa de los fieles, la iglesia que mantiene el cuto divino, que ofrece el sacrificio de la misa, es siempre la reunión de los fieles aquí y ahora. Concluyendo: la misa no es solamente el sacrificio de Cristo, que el sacerdote realiza y que los fieles solo tienen que presenciar para recibir su bendición. Es el sacrificio que la iglesia ofrece en conmemoración con Cristo.
La misa viene desde las primeras comunidades cristianas, donde se reunían los partidarios de Jesús para la conmemoración de su pasión, muerte y resurrección, esta conmemoración fue llegando hasta nosotros por medio de la tradición y la liturgia, pues en ella se va haciendo presente cada día el recuerdo y la acción de gracias a Cristo por su sacrificio en la cruz.
La eucaristía por tanto, es ante todo una conmemoración, un recuerdo del único sacrificio del cordero en la cruz, y es por eso que las oraciones que anteriormente eran e otros idiomas, ahora es actual y propio para cada pueblo, estando así en concordancia con este sacrificio, dando gracias por tan soberanos beneficios que tiene Cristo para con nosotros, beneficios que se verán reflejados en la misma eucaristía.
En si toda la misa debería ser una acción de gracias frente a Dios, pues nosotros los seres humanos debemos reconocernos como una nada frente a Dios, y esto lo observamos constantemente en las celebraciones, en especial las misas del domingo, donde reconocemos que somos seguidores de un Cristo que muerto resucito, y que muriendo al pecado renació a la gracia, esta victoria de Cristo sobre la muerte, debe convertirse en el hecho central de nuestra fe, y es por eso que el domingo las eucaristías tienen una celebración más solemne y consientes recordando este misterio que reafirma nuestra fe y permanencias en Cristo.
Antes eran muy importantes, y lo son aun, todos los actos de piedad popular que tiene una comunidad, y que son muy importantes para afianzar la fe, pero es la misa, la eucaristía el medio necesario para encontrarnos con el mismo Cristo, pues en ella recordamos, el misterio pascual de Jesucristo, pasión, muerte y resurrección, que se nos revela a través de los sacramentos continuamente, principalmente en la sagrada eucaristía, centro y culmen de nuestra fe.
En conclusión: debemos renovar el sentido que debe tener para nosotros las celebraciones dominicales, reconociendo hoy y siempre que la santa misa, en la que se junta cada vez cielo y tierra, es realmente una fuente inagotable de fuerza en la que el mismo Cristo Jesús es el sol que no deja de enviar su energía, incansable e inexhausta. Lo que importa es que aprovechemos este manantial de fuerza para nosotros y para nuestro pueblo católico, tenemos la fe puesta en ese Dios que nunca nos dejara y que siempre se nos manifestara en estos actos de fe y piedad.
Informe realizado por: Sergio Esteban Arango Herrera - Carlos Jovanni Correa Serna  

domingo, 3 de abril de 2011

informe de lectura nuevo libro

CAMBIO DE MENTALIDAD

Carlos Castro Cubell, dentro de este escrito, nos dará a entender de una manera muy concreta y sistemática el por qué debemos cambiar de mentalidad acerca de la liturgia en la Iglesia, y como la debemos aceptar y vivir nosotros los cristianos en nuestros actos de fe.
Toda la referencia de este escrito, es tomada y desarrollada en base a los cambios que se dieron en el Concilio Vaticano II, acerca de la liturgia en la Iglesia. Es de felicitar la labor intrépida que emprendió el entonces papa Juan XXIII, quien se encargo de dar inicio a esta nueva etapa que cambiaria a la Iglesia y en concreto a la liturgia.
Debemos tener en cuenta que una mentalidad como nos la define el autor es: “ese fondo o manojo de convicciones que nosotros tenemos, ese modo de reaccionar frente a los hechos y de producirlos también, y que constituyen nuestro mas intimo ser”, es precisamente lo que realiza el Concilio, en donde todos los obispos, tuvieron a bien unificar una mentalidad, en torno al culto y a la acción litúrgica  de la Iglesia, que se encuentran compendiadas, en los documentos eclesiales.
Es precisamente a raíz de esta mentalidad y normas que nacieron dentro del Concilio Vaticano II, que estamos llamados a cambiar en muchos aspectos, frente al sentido verdadero de la liturgia, esta es la problemática de hoy, poder aceptar estos cambios, que están fundados desde la misma doctrina eclesial, y que nos hacen comprender algunos puntos fundamentales de nuestra fe, culto y acciones litúrgicas, como un querer de Dios para su pueblo.
Dentro de estos cambios, podemos destacar, que en la liturgia, debemos conocer a Cristo como la revelación de Dios padre en medio de su pueblo, que se nos hace presente en las acciones litúrgicas, más concretamente en la eucaristía, en ese contacto que nosotros hacemos con él a través de estos misterios, es donde Cristo mismo se nos revela y se nos manifiesta constantemente.  La liturgia a su vez, antes que una cosa a definir es un acto, es una revelación, la liturgia no es solamente una ceremonia, es muchos más, es el acto de revelación, en donde el protagonista es Dios.
en la liturgia de la Iglesia, encontramos, que la celebración la concebimos como la reunión de un grupo de personas entorno a Cristo y el celebrante, mentalidad preconciliar que tenemos que tener que cambiar, ya que la celebración, es un acto mucho más profundo, que hay que abordar en el lenguaje y en la mentalidad estrictamente religiosa, reconociendo en el celebrante es un mediador de Cristo y el pueblo, el único que participa de el sacrificio de Cristo; Sino que todos en torno  al altar, estamos llamados a participar de esa celebración, a través de actos concretos como la proclamación y escucha de la palabra, la recensión de los sacramentos, la comunión, etc., que no se convierten en meros signos y que nos ayudan a vivir este misterio de la liturgia, que es el mismo Cristo.
Así pues tocamos otro tema de gran importancia al momento de explicar los cambios que han de surgir en la liturgia y que debemos aceptar, la cual anteriormente se basaba simplemente en signos que nos manifestaban la grandeza y presencia de Dios, hoy en día mas que un signo, es la vivencia propia de los sacramentos, que se convierten en los mayores signos de la liturgia, en donde podemos notar la manifestación y la presencia del mismo Dios en nuestra fe y actos litúrgicos.
A través de la vivencia de los sacramentos, podemos tener un encuentro de manera personal con un Dios que nos ama y se quiso dar a conocer al ser humano por medio de la revelación. Pero a veces nuestra, digámosle así, ignorancia nos lleva a darle más importancia a lo exterior reflejada en los signos, que a la misma revelación y participación en los sacramentos.
En este cambio de mentalidad, observamos que la pascua se nos muestra como la catequesis más perfecta, pues una catequesis tiene que partir de la acción misma de Cristo resucitado; de hecho todos los sacramentos como signos parten de la resurrección. Dentro de nuestra vida religiosa debemos estar prestos al encuentro con Cristo, sin importar los modos o las acciones. Dios quiso revelarse al hombre para manifestarle su amor, el amor que nosotros agradecemos por medio de la acción litúrgica; todos sabemos que Jesucristo es la revelación del Padre, y que es el culmen y centro de nuestra vida Cristiana.
Finalmente dentro de este cambio de mentalidad podemos concluir, que la liturgia es siempre liturgia cósmica, la liturgia no es yo vivo y además ago liturgia, sino que vivo por la liturgia, nos ha tocado vivir un cambio de religiosidad, de mentalidad religiosa, basada en el redescubrimiento objetivo de los actos de la revelación y que implica que nos enriquezcamos con todo este sentido, descubriendo principalmente el paso de Dios entre nosotros, en la forma concreta que él ha querido hacerse presente. Tiene que redespertarse en nosotros la vibración, la trepidación por lo fulgurante, por lo insólito de la presencia de Dios entre nosotros. Tenemos que redescubrir en definitiva el valor sagrado de las cosas de la tierra, en cuanto que son el significado de la presencia de Dios y tenemos que convertir nuestra mentalidad en una capacidad de vibración por esta presencia por los causes objetivos que la Iglesia nos ofrece. La liturgia cósmica, que nosotros tenemos que vivir, como en otros siglos en la Iglesia, nos exige mucho trabajo, mucha oración. Un cambio de mentalidad un nuevo modo de vivir la religiosidad cristiana que nos tocara a nosotros experimentar en nuestras Iglesias y experiencias litúrgicas.